jueves, 1 de mayo de 2014

Stories We Tell - 2012


Directora: Sarah Polley

  No siempre se vive de buenas rachas ¿no? Lo digo por los tres posts seguidos que vengo quejándome de las respectivas películas que no me gustaron nada de nada. Tres películas... me pregunto si es un nuevo record de negatividad en este blog. Como sea, al menos no van a ser cuatro, ya que el post de hoy, que es el tercer trabajo como cineasta de Sarah Polley, me ha gustado un montón. Es un hábil y entrañable documental que mejora cada vez más con el correr de los minutos, creciendo en potencia dramática de manera sólida. Stories We Tell, aunque cuenta algo real, lo hace como si fuera ficción, y ahí radica su gran virtud. La otra virtud que tiene es que es totalmente disfrutable, y mucho mucho mucho mejor que esa horripilante película que es Take this Waltz, lo anterior de Polley, que gracias al amor de todo lo que es bueno, se repone de esa lamentable caída entregándonos un documental estupendo -y que es el primer documental comentado en este blog, démosle la bienvenida-.


  Stories We Tell es un documental estrechamente relacionado a la vida misma de su realizadora, Sarah Polley, ya que a raíz de ciertos secretos y acontecimientos que se nos narrarán a lo largo del metraje, la directora nos muestra, con excelente pulso, su proceso para encontrar las esquivas respuestas que han mantenido vivas las incógnitas que la han atormentado toda su vida, prácticamente. Y digo que está estrechamente relacionado a la vida de Polley porque las respuestas a dichos secretos están, justamente, en su núcleo familiar. Y esto lo sabe porque, desde el inicio, su madre es la pieza central de todo este entuerto, y por donde comienza su búsqueda.

"Cuando estás en la mitad de una historia, no es realmente una historia del todo sino más bien confusión; total ceguera y oscuros rugidos, una mezcla de cristales rotos y madera destruida, como una casa en un tornado, o un barco golpeado por los icebergs o consumido por los rápidos, sin que nadie a bordo pueda hacer nada al respecto. Sólo después de eso, una historia realmente se vuelve algo como una historia, cuando te la cuentas a ti mismo, o a alguien más"

  Como lo he dejado entrever, Polley se adentra en la historia familiar a través de su propia versión, la de sus hermanos, su padre, otros familiares más lejanos, amigos cercanos, colegas cercanos, personas no tan relacionadas, etc, para poder reconstruir su pasado y así encontrar las tan ansiadas respuestas. Lo interesante es, que a partir de un secreto que estaba latente pero no aclarado, y gracias a todos los involucrados, Polley se adentra más allá del pasado familiar; también reflexiona y explora en temas como la memoria, la historia, la familia, el afecto, y quizás lo más importante, La Verdad -con mayúsculas, así de importante-. Subyacente a esta enrevesada trama familiar -pero real, sin embargo-, algo íntimo a todas luces, hay reflexiones que abarcan mayor terreno filosófico, espiritual, e incluso ontológico. Algunas de las preguntas claves, además de saber cuál es el secreto familiar, son: qué es la verdad, y especialmente aclarar si es que existe una única verdad, a quién le pertenece, cómo sabemos cual es, etc. Es una búsqueda y proceso reflexivo construidos en, al menos, dos niveles, que, en vez de chocar y entorpecer el documental, se complementan sólidamente -gran mérito para Polley, que tiene grandes objetivos que no se le van de las manos-.
  Como si no fuera poco toda la (doble) reflexión recién descrita -a grandes rasgos-, Polley también incluye cierta experimentación sobre los mecanismos del documental que le permiten reflexionar sobre toda la idea de verdad, pero desde un punto de vista del narrador, o del documental, o del cine mismo -algo relacionado con el título del documental-. Al buscar la versión de todos los involucrados posibles, Polley reúne gran cantidad de información que luego ella misma manipula para dar forma a una "versión oficial", una versión más cercana a esa verdad que se pretende vislumbrar. Pero esa versión oficial aproximada a una verdad no es más que un punto de vista de un individuo que, conscientemente, dejó de lado cierta información en desmedro de otra ¿Qué dejó fuera del corte final? ¿Por qué lo hizo? No es algo tan serio ni grave, no estoy diciendo que Polley haya montado conveniente y malintencionadamente, al contrario, me parece que la historia e informaciones están muy bien ordenadas y construidas narrativamente. A lo que voy es que este corte que vemos no es una verdad unívoca, pero sí parece ser lo más cercano, y nosotros lo aceptamos así porque es un documental, donde todo es real, o al menos esa es la base de este tipo de películas. A pesar de esa opinión generalizada, siempre habrán cosas que se dejan fuera, porque al fin y al cabo, un documental es una historia, y necesita una estructura como tal -claro que esto no es un dogma, no estamos en una escuela, pero una estructura siempre se agradece-. Vemos una verdad, construida a partir de verdades de otros individuos, cimentada gracias a las bondades del lenguaje cinematográfico, que en este filme Polley utiliza magistralmente.
  Y lo anterior se nota, precisamente, al ver y escuchar las distintas versiones de los involucrados; desde los que notoriamente omiten ciertos datos, los que directamente mienten o se hacen los idiotas, y los que dicen la verdad. El montaje hace un claro juego de contradicciones entre algunos de los entrevistados. Pero claro, no sólo en los entrevistados hay indicios de verdad, sino en el documental mismo y la excelente manera en que está resuelto. Nadie duda de que lo que vemos es verdad, pero siempre hay matices a considerar. Polley lo hace y lo explicita, a pesar de que ella misma juega implícitamente con ello.


  Ahora bien, con respecto a los elementos formales del documental, podemos ver que la puesta en escena de Polley es fantástica, mucho más depurada que en su horrible película anterior -todavía sigo enojado por ello, cuesta reponerse de algo así-. La manera en que este documental está filmado revela que Polley pensó excelentemente la manera en que quería visualizar sus intenciones al documentar su búsqueda. Y, finalmente, el montaje también es señal de que Polley quería jugar, en cierta manera, con la transparencia de la verdad que ella misma busca.
  El guión y el montaje, para empezar, están muy bien logrados, construyendo y organizando todo el material y su respectiva información como si de una película de ficción se tratara. Comenzamos no sabiendo absolutamente nada, salvo que la madre de Polley era una mujer alegre pero con unos cuantos secretos que ella quiere revelar. No tenemos ninguna pista de qué es lo que puede seguir, y a medida que seguimos, vamos encontrando pistas que nos llevan al descubrimiento y revelación de verdades que llegan como un balde de agua fría. No son verdades color de rosas. Toda la búsqueda sigue un orden progresivo que resulta estimulante. Pasamos de la ignorancia total hasta el completo conocimiento de la historia familiar -o al menos lo que Polley nos muestra en el documental-.
  Y llegando a la dirección, que es el punto fuerte del documental, Polley hace gala de, primero, un pulso narrativo notable -en ningún momento me sentí distraído por algo, siempre concentrado-; segundo, dota a su filme de una atmósfera envolvente. No es una atmósfera densa ni amarga, al contrario, aunque la historia no sea un cuento de hadas, el ambiente es bastante ameno y simpático, aunque claramente no ofende ni mira en menos la inteligencia del espectador. Tercero, los mecanismos utilizados por Polley son sensacionales. Volviendo al tema de la búsqueda de una verdad, dichos mecanismos vistos pretenden darle otra profundidad mayor a sentimientos y recuerdos. Nada más vean el inicio y lo que Polley le hace hacer al padre, o las preguntas y el momento exacto en que Polley se las lanza a los entrevistados, o las reconstrucciones de los encuentros que Polley tuvo con algunos personajes en el último par de años. Nótese también el uso de los archivos familiares, o de archivos que aunque no pertenezcan a la familia, igualmente sirven para rememorar momentos. Y no quiero seguir con los mecanismos, porque son varios y no es necesario mencionarlos todos. El punto es que todos ellos contienen, en primera instancia, la historia familiar de Polley, y debajo de ello, toda la meta-reflexión documental de la verdad.
  Por último, y relacionado a todo lo anterior junto, cuando llegamos al final del documental, se nos revelan varias verdades. Queda claro que Polley hizo algo mucho más complejo y entretenido de lo que el inicio sugería, y es algo que asombra y encandila por su brillantez. Como sea, el eje principal está muy bien, la historia familiar es de locos. Y la otra revelación también lo es. Es notable el hecho de que Polley sabía exactamente lo que hacía.


  Antes de olvidarlo, deléitense con algunos textos recitados. Están muy bien escritos, a veces poéticos, y en su mayoría muy interesantes y fantásticos. Otro gran detalle que aumenta la calidad de este excelente documental -nada más lean el texto en rosado que cité, es clarísimo-.
  En fin, un trabajo entrañable, tanto por lo que trata como por cómo está filmado y montado y construido -cuyos distintos niveles son alucinantes-. Stories We Tell, entonces, reflexiona sobre el poder y veracidad de las historias que siempre nos contamos a nosotros mismos y a los otros, ya sea como individuos, como familia, o como una sociedad entera. Historias que terminan haciendo, precisamente, historia, y construyendo bases personales y sociales, memoria individual y colectiva. Reflexión de si hay una verdad unívoca del universo, o una equívoca perteneciente a grupos de personas más pequeños... o de si ambas son, en definitiva, una sola. Y claro, ¿la verdad tiene dueño? Una pequeña e íntima historia familiar es tan importante como la historia de un país o del mundo entero.
  Tenía que hacer referencia el título del documental,de lo contrario habría sentido que estaba incompleto este post. En resumen, excelente documental. Se los recomiendo sin pensarlo.

¡¡¡Lluvia de capturas!!!

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